La explanada de Clarés acoge por primera vez el Rastro de León después de once domingos sin que se celebrara el mercadillo
Calor, no mucha gente, problemas de aparcamiento y resignación entre los vendedores marcan este primer domingo de Rastro, tras la polémica por el traslado de Papalaguinda a Clarés


Luis V. Huerga
26/07/20094 comentarios
Vista de Clarés, este domingo, con los casi 400 puestos que conforman el Rastro. (Foto: leonoticias.com)
Fin del culebrón del Rastro. O al menos de los primeros capítulos. La explanada de Clarés ha visto por primera vez en su historia cómo se han asentado los puestos de los casi 400 vendedores ambulantes que, años atrás, daban vida al Paseo de Papalaguinda cada domingo por la mañana. Ahora, a la otra orilla del río, vuelve una de las actividades comerciales más tradicionales de la capital leonesa. Este domingo, después de otros once sin Rastro, comienza una nueva parte de la historia de este mercado.

Eran las once y media de la mañana. Los leoneses, en este primer día reticentes al pago de ese euro de “precio popular” para estacionar su vehículo en el estadio del aparcamiento del estadio municipal Reino de León, trataban a toda costa de buscar una plaza a cero de coste en el exterior. Bien en la avenida Saénz de Miera o en el aparcamiento de los aledaños del Palacio Municipal de los Deportes. El caos circulatorio en el interior del recinto fue la novedad en la zona en un día que bien recordaba a los de partido matutino del Reale Ademar o del Baloncesto León.

No obstante, en los puestos, los vendedores no estaban del todo convencidos. La propietaria de uno de ellos, de etnia gitana, alzaba su voz para vender “¡sujetadores a dos euros!”, con el amable reclamo hacia el público femenino de “¡bonitas mías!”. Seguramente fuera también su particular ‘estrategia de ventas’ cuando estaba asentada en Papalaguinda, pero allí, ha comentado a leonoticias.com, “la cosa iba mejor”.

Sin tiempo prácticamente para poder establecer una comparación, entre los vendedores no dejar de haber un cierto desencanto. Siguen creyendo que la anterior ubicación era “inmejorable”, según relataba el vecino de tienda de esta señora, otro gitano que acusaba al verano y a la crisis de perjudicar aún más a quienes se gana “la vida sólo con lo que llevamos encima”. “Teníamos que venir, no nos dejaban otra. Hay que trabajar para dar de comer a la familia, caiga quien caiga”, aseguraba.

Para los vendedores, la falta de conocimiento entre los leoneses sobre el inicio este domingo de la actividad comercial del Rastro en un nuevo lugar y la época de vacaciones de muchos de los fieles que meses atrás no faltaban a su cita, son motivos suficientes para que, a pesar de que a esa hora eran menos los ‘buscadores de gangas’ que lo que la costumbre había dejado instaurado en Papalaguinda, la situación aún puede mejorar.

Será a partir de septiembre cuando los comerciantes puedan comprobar realmente si el trasladado a Clarés deja mella o no en su volumen de negocio. De momento, la necesidad obliga y el Rastro vuelve, pero en otro lugar.



“El paseo, da igual hasta donde”

Mientras, los leoneses iban llegando y marchando a través de la pasarela del río, pero también en coche, provocando pequeñas retenciones y algún que otro pitido. Una pareja de jubilados aprovechaba la sombra en una mañana de calor sentados en las escaleras que dan acceso a las oficinas del estadio municipal Reino de León. Son de los primeros en hacer sus compras en Clarés. “Vivimos en el Ejido y nos da igual dar el paseo el domingo a Papalaguinda que darlo hasta aquí, que sólo hay que cruzar el puente”, comenta la mujer mientras sostenía una bolsa de plástico de color blanco con unas zapatillas de andar por casa en su interior.

Y el resto de la gente, mientras, circulando entre las calles que ahora conforman los puestos de los vendedores en la explanada de Clarés, observando como si fueran nuevas las ofertas de los ambulantes, buscando el precio o, simplemente, matando la curiosidad.



Una historia larga

Principios del mes de abril. El Ayuntamiento de León, a través de la empresa Grupo Begar a la que adjudicó el servicio, inicia las obras de recuperación del Paseo de Papalaguinda, escenario habitual del Rastro de los domingos. Antes de que se iniciaran los trabajos, el equipo de gobierno propone el trasladado del mercadillo a la explanada de Clarés, asegurando que no hay ninguna otra alternativa que esa. Los vendedores se oponen porque creen que el cambio perjudicará a sus ventas.

Un tira y afloja entre las partes deja como resultado once domingos sin rastro, varias manifestaciones y una polémica política y vecinal que mantuvo en vilo a los vendedores hasta el último momento. Muchos de ellos ya comenzaban a trasladarse a los mercados de otras localidades de la provincia para no dejar de trabajar. Una situación que era insostenible hasta el punto que los ambulantes decidieron aceptar las condiciones que el Ayuntamiento les planteó.

Se acepta así, en líneas generales, el traslado a Clarés y la obligatoriedad del pago del Impuesto de Actividades Económicas y del alta en la Seguridad Social, a cambio de una serie de mejoras en el recinto, la instalación de servicios públicos, la modificación de líneas de autobús, el uso del aparcamiento del estadio municipal para vendedores y visitantes y la posibilidad de recuperar los domingos perdidos utilizando los días festivos que le restan a este 2009 y parte de los del año 2010 y, sobre todo, la revisión a la baja del 50% del impuesto por la pérdida de la “principalidad de la vía”.

Una comisión mixta, formada por representantes municipales y de los vendedores establecerá ese calendario y velará también por los intereses de los comerciantes, ya que será el órgano que, mes a mes, se reunirá para valorar el impacto del cambio de ubicación en la actividad comercial.

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